Las emociones son impenetrables para la razón. La única forma de cambiar una emoción es con otra emoción
Les Greenberg
Las reacciones emocionales se aprenden a través de la experiencia, y es con nuevas experiencias emocionales como pueden transformarse.
Sentir las emociones
¿Cuántas veces hemos leído u oído que debemos controlar nuestras emociones? Como si fueran criaturas extrañas, ajenas a esos seres racionales o angelicales que -para algunos, a pesar de las pruebas en contrario- aparentemente somos. Durante casi todo el siglo XX, las emociones fueron las grandes olvidadas de la psicología.
La ciencia de la mente y el comportamiento parecía comportarse como las personas: puesto que algunas emociones son dolorosas y tienden a desbordarse, dejándonos abrumados, es preferible no reconocerlas, negarlas, enmascararlas o, por el contrario, controlarlas, para que la razón inmaculada pueda escrutar el mundo sin interferencias.
Pero ocultar las emociones o contenerlas como si fueran un caballo desbocado no sólo no funciona: empeora la situación. Como las arenas movedizas, cuanto más luchamos contra las emociones desagradables, más nos hundimos en ellas.
«No puedes abandonar un lugar si no has llegado a él», repite constantemente el psicólogo canadiense Les Greenberg (Johannesburgo, 1945) desde que llegó a Madrid, invitado por la Universidad Pontificia Comillas para unas Jornadas sobre Emociones y Psicoterapia.
El lugar del que no puedes salir sin haber llegado es una emoción dolorosa o perturbadora. Por eso Greenberg insiste una y otra vez:
«Para curar, para transformar las emociones dolorosas, tienes que sentirlas».
Greenberg, profesor emérito de la Universidad de York (Toronto), creador de la Terapia Centrada en las Emociones, tiene el mérito de haber sido uno de los primeros investigadores, allá por los años 80, con la publicación del artículo «Integrating affect and cognition: Una perspectiva sobre el proceso de cambio terapéutico» (Greenberg, L.S. & Safran, 1984, Cognitive Therapy and Research), en proponer un enfoque diferente de las emociones, dejando de considerarlas como opuestas al pensamiento racional, sino como parte de un sistema integrado de procesamiento de la información que funciona a varios niveles.
Las emociones nos informan de lo que es valioso para nosotros
Quizá porque se desarrollaron, desde un punto de vista evolutivo, como un mecanismo biológico de supervivencia rápido y automático, hay más emociones desagradables (miedo, tristeza, ira, asco, vergüenza) que agradables (alegría, sorpresa). Incluso para algunas personas, la sorpresa también puede experimentarse como algo desagradable.
Greenberg rescata el papel de las emociones como parte de un sistema primario de señales que nos permite orientarnos en el mundo, nos prepara para la acción y nos proporciona información fundamental sobre lo que es valioso para nosotros. Además, las emociones ocupan un lugar central en uno de los procesos más característicos de la especie humana: la construcción de significados. No sólo vivimos experiencias, sino que también nos esforzamos por dar sentido a lo que ocurre, en el mundo y en nuestro interior. subraya Greenberg:
«Las emociones, cuando son adaptativas, son grandes amigas, pero si las experimentamos de forma inadaptada, pueden convertirse en poderosos demonios».
Sentir miedo ante un peligro inminente y reaccionar con rapidez puede salvarnos la vida. Vivir con miedo, aterrorizado por peligros imaginarios o menores, es la puerta de entrada a diversos trastornos mentales. Enfadarse legítimamente por haber sufrido un daño es una respuesta normal y sana. Sentir ira ante la más mínima situación puede convertir nuestra vida, y la de nuestros allegados, en un infierno.
Un aprendizaje que sería conveniente tener desde la infancia es sentirnos cómodos con nuestras emociones: si estamos tristes, estamos tristes. Si estamos enfadados, estamos enfadados.
Aprender a sentir emociones
El problema surge cuando enmascaramos nuestra ira o nuestra tristeza e intentamos convertirlas en algo que no son.
Greenberg llama la atención, por ejemplo, sobre dos comportamientos comunes -debidos a la socialización- entre hombres y mujeres: mientras que muchos hombres tienden a enmascarar el miedo o la tristeza con ira, algunas mujeres, cuando se enfadan, enmascaran su ira con tristeza y llanto. Es lo que Greenberg llama emociones secundarias: no las que sentimos de verdad, sino las que expresamos, y que un observador atento, empático y compasivo puede ayudar a desentrañar.
Terapia centrada en las emociones (EFT)
La Terapia Centrada en las Emociones (EFT) está diseñada (y aquí la palabra diseño es relevante, ya que Greenberg, antes que psicólogo, es ingeniero, y esto se refleja en el detalle con el que especifica su propuesta) para ayudar a las personas a aceptar, expresar, regular, dar sentido y transformar sus emociones.
En EFT, en lugar de evaluar, el psicoterapeuta se esfuerza por sintonizar empáticamente con el cliente, manteniéndose centrado en el proceso aquí y ahora, momento a momento, de la experiencia de la persona, con el objetivo de facilitar el acceso a la emoción. Pero no sólo para que el cliente se exponga a la emoción, sino para que la transforme con otra emoción. afirma Greenberg:
«Las emociones son impenetrables para la razón. La única forma de cambiar una emoción es con otra emoción».
En el contexto seguro de la terapia, Greenberg propone seis principios para el cambio emocional:
- Aumenta la conciencia emocional. ¿Qué siento ahora? ¿Cómo se llama? Presta atención a las emociones y ponles nombre. «Nombrar las emociones tiene un efecto calmante», afirma.
- Expresa la emoción para que el cliente sienta alivio o se movilice.
- Regula la emoción con habilidades como técnicas autocalmantes o fisiológicas.
- Reflexiona sobre la emoción, dándole significado, observando patrones, tomando distancia y creando nuevas narrativas.
- Cambia emoción por emoción. El miedo, por ejemplo, puede transformarse en ira que empodere a la persona.
- Cambia de emoción con una nueva experiencia interpersonal. Vivir una nueva emoción con otra persona puede recodificar y transformar la memoria emocional.
Trabajar con las emociones fuera de la terapia
Pero no es necesario ir a terapia para trabajar con las emociones. La mayoría de las personas encuentran dentro de sí mismas, y con el apoyo social necesario, los recursos para afrontar las emociones dolorosas. Para ello, puede ser útil
- Aprende a estar atento a las emociones (presta atención, sin miedo, a su manifestación en el cuerpo).
- Sé curioso y paciente con las emociones; deja que estén en nosotros, no que huyan.
- Habla de ellos (nómbralos) y muestra la emoción que realmente sentimos (sé congruente). Si algo nos molesta, es preferible no expresarlo con una sonrisa.
- Aprende a aceptar que tenemos emociones diferentes y a no avergonzarte de ellas: son una parte esencial e inseparable de nuestra condición humana.
- En lugar de rechazarla o encubrirla, acoge la emoción y escúchala. ¿Qué me dice esta rabia que siento? ¿De qué carencia habla esta tristeza?
- Practica cambiar emoción por emoción: ¿qué tal si la próxima vez que nos enfademos por algo trivial, en lugar de intoxicar a todos los que nos rodean, nos miramos al espejo y nos reímos un poco, con compasión, de nosotros mismos?
Conclusión: El poder transformador de la conciencia emocional
Comprender y abrazar nuestras emociones es un paso crucial hacia el bienestar psicológico. Al reconocer y procesar nuestras emociones, conseguimos comprender nuestros valores y deseos más profundos. La Terapia Centrada en las Emociones proporciona un enfoque estructurado al respecto, ayudando a las personas no sólo a sentir sus emociones, sino a transformarlas en poderosas aliadas en su camino hacia la curación y el crecimiento.
Los principios y técnicas de EFT ofrecen herramientas valiosas que pueden aplicarse más allá de la consulta del terapeuta, fomentando la resiliencia emocional y la conciencia en la vida cotidiana. Cuando aprendemos a navegar por nuestros paisajes emocionales con curiosidad y compasión, abrimos la puerta a una experiencia más profunda y satisfactoria de nosotros mismos y de nuestras relaciones.
Por tanto, aprovechar las emociones no consiste en suprimirlas o controlarlas, sino en comprenderlas y transformarlas. Mediante la conciencia emocional y el apoyo de relaciones empáticas, podemos convertir nuestro dolor en una fuente de fortaleza y sabiduría, lo que en última instancia nos conducirá a una vida más equilibrada y significativa.