El Triángulo de la Estrategia, la Herida y el Coste: Un Marco Terapéutico para la Integración

En el campo de la psicoterapia y la integración psicodélica, a menudo nos enfrentamos a la complejidad del sufrimiento humano, no como un diagnóstico estático, sino como una constelación de significado, defensa y anhelo. Uno de los mayores retos para cualquier terapeuta o facilitador es saber por dónde empezar.

El Triángulo de Estrategia, Herida y Coste es un concepto central desarrollado en la formación de Psicología Trascendente. Ofrece un marco sistémico e integrador para evaluar la experiencia actual de un cliente y diseñar intervenciones terapéuticas eficaces. Fundamentado en enfoques psicoterapéuticos contemporáneos y enriquecido por la sabiduría de las tradiciones somática y transpersonal, este modelo nos ayuda a cartografiar el paisaje relacional e intrapsíquico con claridad y propósito.

A lo largo de años de trabajo con clientes en entornos de retiro, sesiones de integración y grupos terapéuticos, he descubierto que este modelo proporciona una brújula vital. Destaca tres dimensiones esenciales que dan forma a la experiencia humana: Estrategia, Herida y Coste. Estos tres elementos forman un triángulo, una estructura dinámica a través de la cual podemos comprender cómo alguien llegó a ser quien es, qué carga lleva y cómo se manifiesta esa carga.

Estrategia: La identidad protectora

La estrategia no es patología, es inteligencia. Es el sistema de creencias, la postura adaptativa, el sentido construido del yo que permitió a la persona sobrevivir. Incluye creencias básicas, marcos cognitivos, estilos interpersonales y posturas sutiles de defensa. A menudo responde a la pregunta: “¿En quién tuve que convertirme para estar a salvo, ser querido o visto?”.

Este aspecto del triángulo puede explorarse utilizando:

  • Modelos cognitivos y basados en creencias,
  • Investigación de la congruencia centrada en la persona,
  • Marcos existenciales o logoterapéuticos,
  • Terapia estratégica,
  • Y el psicoanálisis relacional moderno, en el que rastreamos estos patrones adaptativos en tiempo real dentro del campo terapéutico.

En lugar de patologizar la estrategia, respetamos su finalidad. Pero también reconocemos sus limitaciones. Una estrategia que antes protegía, ahora puede aislar.

Herida: El origen oculto

En el corazón del sufrimiento se encuentra la herida, a menudo temprana, a menudo tácita y casi siempre no integrada. Es el lugar donde se retuvo el amor, donde se derrumbó la seguridad, donde el sistema nervioso aprendió a tensarse. La herida es donde nació la estrategia.

No se trata simplemente de memoria. Se trata de la experiencia sentida. El cuerpo recuerda, aunque la mente no lo haga.

Acceder a la herida suele requerir un cambio de ritmo, un giro hacia el interior y una presencia sintonizada. Aquí, modalidades como Hakomi, la Experiencia Somática, el Focusing o el trabajo con el niño interior proporcionan vías hacia las raíces emocionales y somáticas del sufrimiento del cliente.

Es importante destacar que esta obra no persigue la catarsis. Deja espacio para la posibilidad de reconexión, de encontrar la herida con la presencia que una vez estuvo ausente.

El coste: El síntoma visible

Lo que lleva a alguien a la terapia o a la integración rara vez es la herida en sí, ni la estrategia. Es el coste: los síntomas, el agotamiento, las relaciones fracasadas, el pánico, el entumecimiento, la desesperación existencial.

Aquí es donde el sufrimiento se hace visible. Y, sin embargo, a menudo se malinterpretan los síntomas. No son sólo problemas que hay que resolver, sino señales de una desconexión más profunda.

El coste es el peaje acumulado de vivir desde un lugar de adaptación y no de autenticidad. Incluye dolor emocional, ruptura relacional, pérdida de objetivos e incluso enfermedad física. Nombrar el coste es un acto de respeto, un reconocimiento de que la persona ha pagado un alto precio por mantener la estrategia.

Enmarcar el proceso

Como terapeutas y facilitadores, a menudo nos preguntamos: ¿Por dónde empiezo? El triángulo proporciona una respuesta. Podemos elegir enmarcar la sesión desde cualquiera de las tres dimensiones:

  • Empieza por el coste, para proporcionar alivio y legitimidad al sufrimiento.
  • Entra a través de la estrategia, para cuestionar suavemente la identidad que el cliente ha superado.
  • O empieza por la herida, si ya se han establecido la seguridad y la confianza.

Ningún punto de entrada es mejor que otro. Lo que importa es la sintonía del terapeuta y su capacidad para mantener conscientes las tres dimensiones.

La integración como reconexión

En el contexto del trabajo psicodélico, este modelo resulta aún más esencial. Los estados ampliados de conciencia a menudo eluden la estrategia, revelan la herida y agravan el coste, todo ello en una sola noche. Sin un marco coherente, la integración puede convertirse en una experiencia desorientadora.

Al orientar nuestro trabajo dentro del triángulo, ofrecemos a los clientes un mapa. No una ruta fija, sino un territorio con sentido. Les ayudamos a ver su sufrimiento no como un trastorno, sino como la historia de su adaptación, y la invitación a transformarla.

Este modelo no es un protocolo rígido. Es un marco vivo, que sigue evolucionando en diálogo con la práctica, la presencia y el misterio de la experiencia humana.


Si esto te resuena, me encantaría saber cómo enmarcas tu propio proceso como terapeuta o integrador. ¿Cuál de las tres dimensiones suele aparecer primero en tu trabajo? ¿Y dónde percibes la mayor invitación a la curación?

Escrito por Anthony Tatekawa | Psicología Trascendente


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